Yo sé que no es cristiano que trate de vender mi piel al diablo; ni cuando me arrepiento soy sincero por desear la muerte de semejantes cerdos. Yo sé que no es cristiano, que debo de cortarme un dedo de una mano; arrinconar deseos tan bastardos; colocarle un cilicio a la conciencia por mis actos. Y yo qué voy a hacerle, no puedo remediarlo, estoy muy escamado que con tanta epidemia, tanta desgracia junta, haya gente que no se muere nunca.