Yo era feliz, tenía un gato blanco que besaba mi nariz, un sueño de hojalata, una cama y un parchís, un cepillo de dientes, un espejo y en abril veía a las muchachas paseando en el jardín y las flores nacían y morían por mí. Yo era feliz, vendiendo aquellos libros, alquilaba un porvenir, tenía parcelada la miseria, era feliz. El seguro pagaba el entierro para poder morir y el mundo era otro mundo inventado por mí y no importaba nada, a cualquier precio ser feliz. Como una marioneta que el destino cercó como a cualquier cometa, cualquier viento me empujó para llegar aquí, en una nube subí y no importaba nada, solamente seguir rendirse una palabra entregarse, morir.