Una sed infinita nos acercó en la noche y una pasión suprema pobló la soledad. Cada beso quemó un más débil reproche y la lluvia seguía cayendo en la ciudad. Mi mano desnudó tu cuerpo sugerente y te miré perfecta en la infiel claridad. Florecía el deseo como la selva ardiente y la lluvia seguía cayendo en la ciudad. Mis manos fueron lentas al ceñir tus caderas al tenerte en mis brazos tembló la eternidad. Eras como el aroma de veinte primaveras y la lluvia seguía cayendo en la ciudad. Como el que a tanta dicha aún no se acostumbra tu flor de amor fue mía y tuya mi ansiedad. Eras como una aurora de amor en la penumbra y la lluvia seguía cayendo en la ciudad.