Folletos vendo para matar suegras, para arreglar persianas atascadas, para solucionar los matrimonios que caminan por senda equivocada. También vendo el folleto inacabable para explicar políticas y fraudes, para ver sin oír discursos oficiales, o de cómo engañar al que no sabe. También puedo vender una emergencia, una pústula, un grano, unas enmiendas, un reloj de pulsera o la tristeza de una puerta cansada de ser puerta. Si me apuran les vendo una parcela con ascensor y vistas al infierno; y por módica y raquítica peseta les anticipo el próximo gobierno. Les puedo vender aire y una oreja que cortó Manolete en la posguerra; una clase de judo, una jaqueca o su muerte anunciada en una esquela. También cambio novelas por impresos, faltas de ortografía por "te quieros", cien cañones por banda y sonajero por una asociación, como en mi pueblo que están bien separados los vivos de los muertos.