Nunca lo vio; Amaneció desnuda en un andén, junto a él; sólo llevaba puesto en los pies un lazo de papel; soy el que no soy tu príncipe azul, pero su voz brotaba de un quinqué nunca lo vio. Con la piel y los ojos del revés pudo ver una cabeza andando hacia el sur, cargando con la cruz; soy el que no soy tu príncipe azul, pero su voz brotaba de un ombú; nunca lo vio. Entre las amapolas quiso ser su mujer, se convirtió en estatua de sal al ver su desnudez; soy el que no soy tu príncipe azul pero su voz brotaba de un ciprés; nunca lo vio. Abandonó la casa junto al mar para olvidar, al fin del mundo andando llegó, cansada se durmió; soy el que no soy tu príncipe azul pero la voz estaba en su interior, y nunca lo vio.