Entre la noche y el día desesperación y fe se van golpeando las horas. En el viejo campanario muere el tiempo y cada hora es como un pequeño abismo que me va redimiendo de este infierno. Era niño y tuve miedo pero el miedo no ha enderezado mi vida. Sólo nos queda hacer tiempo alimentar una ilusión de vez en cuando cumplir nuestro camino y sentarnos. Con resignación dejar volar el alma a reencarnarse y sentir la agradable sensación de este vacío.