Ella apareció un atardecer por el sendero nuevo en un carro de fuego con un zapato en cada mano y en el pelo unas flores de plástico. Y ella, ella, cómo explicaros, no era una rosa de abril, ni guitarra, ni amapola. Si queréis, desorientada gaviota, cayó al mar y la envolvieron las olas. Ella apareció un atardecer, recuerdo aquel invierno, me ahogaba el silencio y era escabrosa y tierna como el mar; yo tenía algún proyecto y acababa de perder mi último sueño. Ella apareció un atardecer y no tenía sueños, tenía una inquietud en su maleta de cartón. Éramos libres y teníamos miedo de querernos.