Primera y última vez que necesito llorar; emborraché el corazón de soledad, la soledad me envolvió y estranguló mi libertad. Dieron las diez en un reloj colgado en la pared; y como ayer están todos los sueños del revés; se duerme el sol sobre mi piel y ahogo mi tristeza en una mesa de un café. Necesitamos amor para poder caminar; y darle cuerda al reloj una vez más: cada minuto que pasa en un abismo hacia el final.