Yo a los fantasmas no temo ni a las islas misteriosas; yo no temo a los diablos ni a ninguna de esas cosas. Yo temo sólo a los hombres que cuando soplan furiosos, dicen que sopla el viento y olvidan su propio soplo. Yo temo sólo a los hombres que van atizando el fuego por donde quiera que van y van proclamando luego que es el viento, el viento ciego, que es el soplo de Satán.