La sala nos espera con ademán triunfante para estrenar y aplaudir el baile de la sangre. Acuden las estrellas, la prensa y los glaciales, felices de compartir el brindis de la sangre. Velándonos, silbándonos hay coro de carámbanos. Rondándonos, cercándonos para inmovilizarnos. No voy, no vas al juego del disfraz, corista tú y amor de este arlequín romántico -al menos hasta el fin-, imposmodernizable. La corte nos espera a derramar la sangre, pero no vamos a ir a tan odioso baile.