A un viejo que pasaba por la calle Una niña bonita Y de gracioso talle Detuvo del faldón de la levita Diciéndole: Señor, por vida suya Quiero que usted me instruya De las nuevas que aquí me participa Una tía que tengo en Arequipa Y sin más requilorio Alargaba una carta al vejestorio Cabalgó el buen señor sobre los ojos Un grave par de anteojos El sobre contempló, rompió la oblea La arenilla quitó de los borrones Examinó la firma, linda o fea Y se extasió media hora en los renglones Ya de aguardar cansada ¿Qué me dicen, señor? — dijo la bella Y el viejo echó a llorar diciendo ¡Nada! Has nacido, infeliz, con mala estrella Asustada la joven del acceso De llanto del anciano Le preguntó: ¿Quizás murió mi hermano? Y el viejo respondióla: ¡Ay! es peor que eso ¿Está enferma mi madre? — Todavía Es peor cosa, hija mía ¡No puedes resistir a esta desgracia! ¡Yo, viejo y todo, me volviera loco! ¿Qué ha sucedido, pues, por Santa Engracia? ¡Que tú no sabes leer, ni yo tampoco!