(Homenaje Li Po, poeta chino (701-762)) En la humilde fiesta con que me solazo aunque vaya solo siempre somos tres: contando a la luna que brilla en el cielo y a mi sombra que entonces viene también. Un frasco de vino bajo el brazo llevo y a orillas del lago vamos otra vez. La luna se enferma despidiendo estrellas y mi sombra - ¡qué tonta! - se enreda en mis pies. De retorno a casa, la luna solloza, mi sombra se arrastra por muros sin sol, y yo, tambaleando con la noche a cuestas, avanzo colgando de árbol en farol. La luna ilumina los caminos rotos con luz peregrina y resplandor audaz, y mi sombra sigue por la otra vereda para prevenirme que yo estoy de más. A veces me paro bajo el alumbrado para echarme un sorbo lleno de sabor. La luna me estira su lengua dorada pero no mi sombra que atrapó un dolor. La enterramos bajo una pequeña palma cuando muerta y tiesa la encontré una vez. Recuerdo a mi sombra y se me quema el alma porque ahora nunca más seremos tres.