¡Cuántos la gloria buscan en este mundo vano! ¡Cuántos van tras los goces futuros del Profeta! ¡Oh! Tu oro, poco o mucho, asegura en tu mano Ni te seduzca el eco de ese tambor lejano Si locura no fuese, cual la araña en su nido Cuidarías la tela de tu vida presente ¿Y a qué, si nadie sabe si el aliento absorbido Puede volver al aire de donde fue bebido? ¡Mira esa rosa, cómo su aire de reina asume! Ella sonríe y dice: Yo en esta tierra impero De mi bolsa de seda el nudo se consume Y vierte en los jardines la gracia del perfume» La terrena esperanza do el alma se encadena O se torna en cenizas o en el logro se colma Por solo una o dos horas su loco andar serena Y a volar, cual del yermo la diluida arena Ni el que su oro guardara con sórdido decoro Ni los que 10 arrojaron al viento cual la lluvia Ninguno fue enterrado como ceniza de oro Para incitar las ansias de exhumar su tesoro Y piensa, amigo, que esta tienda desvencijada A cuyas puertas túrnanse las noches y los días Fue de un sultán tras otro con su pompa habitada Por breves horas y de prisa abandonada Los leones y lagartos han hecho su guarida Donde Jamshid brillara y hondamente bebiera Y de Bahrán forzudo la cabeza temida Pisa el asno salvaje, ¡más no vuelve a la vida! En palacios que al cielo alzaron sus pilares Y reyes a sus puertas curvaron las cabezas Yo oí la triste tórtola, sola entre sus sillares -«Cuú, cuú. -gimiendo sus íntimos pesares ¡Oh, dulce amada! Llena la copa que hoy liberta De dolores pasados y nuevas inquietudes ¡Mañana! ¿Y qué? Mañana, si mi vida despierta Siete mil años idos llamarán a mi puerta Porque aquellos que amamos con más santos amores En quienes ya el tiempo apuró su vendimia También su copa alzaron y ciñeron sus flores Y a reposar se fueron hacia mundos mejores Y nosotros que el fausto de este estío gozamos En la cámara misma que abandonaron ellos A su capa de tierra a nuestra vez bajamos A formar otra capa ¿y a quién se la dejamos?