Allá en la Penitenciaria Ladrillo llora su pena, cumpliendo injusta condena aunque mató en buena ley. Los jueces lo condenaron sin comprender que Ladrillo fue siempre bueno y sencillo, trabajador como un buey. Ladrillo está en la cárcel... el barrio lo extraña. Sus dulces serenatas ya no se oyen más. Los chicos ya no tienen su amigo querido, que siempre moneditas les daba al pasar. Los jueves y domingos se ve una viejita llevando un paquetito al que preso está. De vuelta la viejita los chicos preguntan: -Ladrillo, ¿cuándo sale? -Dios sólo sabrá... El día que con un baile su compromiso sellaba un compadrón molestaba a la que era su amor. Jugando entonces su vida, en duelo criollo, Ladrillo, le sepultó su cuchillo partiéndole el corazón.