Llega hasta mí aquel suave perfume, esencia de un país encantador, que me estremece el alma y me recuerda los goces de aquel viaje seductor. Los ojos de una linda circasiana inundaron de amor todo mi ser y en sus divinos brazos he sentido la dicha del amor y del placer. Tañidos de guzla los aires llenaban, mi hermosa sultana romance cantaba; desde un pebetero, como un espiral, surgía la mirra, perfume oriental. De aquella muchacha radiante y hermosa, ni un solo recuerdo logré conservar, no supe siquiera qué nombre tenía, ni cómo, tampoco, volverla a encontrar. Pero cuando en noche cálida y galana, aspiro un perfume sutil y sensual, entonces me acuerdo de la circasiana que me amó en silencio, al uso oriental.