¡Ay!, al revuelo de tu falda, qué fresquito es el verano. Dame tu boca de limonada y cura mis labios que están quemados. !Ay!, qué me importa a mí el levante, si nos vamos por la orilla: yo vivo el sueño del navegante y sueño que te llevo la sombrilla. ¡Ay!, a la magia de las velas no hay estrella que te iguale; cuando la sangre se desordena, atrapa mi corazón que se sale. Y en las cumbres de tu cuerpo se enreda toda la luna y, más allá, ya todo es incierto: bendita verdad si tú te desnudas. ¡Ay!, toíto Cái lo traigo anda'o, desde El Puerto hasta Zahara; tengo la fiebre del aluna'o, sería el delirio si me besaras. ¡Ay!, toíto Cái y lo que que'a me lo traigo cavila'o, que ya no hay brisa sin tu melena, qué rica la sombra que hay a tu la'o. Pero tienes la costumbre de poner agua por medio. Dónde está el faro que a ti te alumbre y dónde la isla de tu misterio. Y de repente ya te has ido más allá del rompeolas, sola en la tierra y en la mar sola, no sé si te tengo o si te he perdido.