No creas que ignoro lo que tú has sufrido desde aquel instante en que te dijeron, temblando los ojos, que a tu compañero por aquellas calles ya se lo llevaron, está prisionero. No sé qué se siente con este castigo, cuando al hombre tuyo, ese que tú quieres, padre de tus hijos, amor compartido, se lo llevan lejos, atadas las manos, perdido el sentido. Te pido, no llores, porque el enemigo se ríe del llanto cuando es su delito; de aquí desde lejos me llega tu pena, terrible mensaje que me trae el viento de las salitreras.