Quise ahorcarme en la trenza de tu cigarro rubio cuando desde tus labios cargados de secretos recordé la cortada por donde iba mi infancia destrozando la suela de mis zapatos nuevos. Yo no soy el ideal de tu sabiduría, mitad galán de cine y mitad pugilista; soy un poeta moderno que ambula por las calles evocando sus sueños disconformistas. Sin embargo te quiero, porque sé que en tu vida hace falta un muchacho que te cante pavadas, y que ponga perfume de poeta en la nafta de tu coche lujoso, de tu coche sin alma; Un muchacho humilde, sentimental y bueno que justifique el brillo vano de tus monedas, comprándote con ellas montones de paisajes, montones de paisajes y un anillo de piedra. Que te lleve por todas las calles apartadas, que te cante tragedias de novios y de celos, y que al pasar contigo debajo de los árboles aproveche la sombra para robarte un beso. Un muchacho que un día, de tonto o de loco, cuando menos lo pienses salga de tu existencia, dejándote en un sobre, encima de la mesa, unas cuantas mentiras... monedas de poeta.