Era un otoño gris, pero tenía todavía un pequeño resplandor. Encendiste la brasa, la brasa se hizo llama y todo fue más fácil... ¡la llama se hizo amor! Era una sola luz que nos llamaba a los dos, a los dos. Me pusiste un "te quiero" en el pecho y apretaste el gatillo después. No pensando que un par de palabras son un arma que puede doler. Tu juguete, tu amor de juguete, fue la trampa para el tallador. ¡Con un dado sin onces ni sietes, ya ves, apostando, perdimos los dos! Nunca pensé perder, pero perdimos tontamente, el perfume y el color. Y nos quedaron cosas que ya no valen nada, por ejemplo, el recuerdo... por ejemplo, ¡mi amor! Era una sola luz que nos llamaba a los dos, a los dos.