Con la bolsa de las compras como todas las mañanas Juana sale de su casa muy radiante y perfumada. En secreto yo la espío escondida en mi ventana su perrito de caniche ladra y ladra que te ladra. El mecánico de enfrente la saluda con tal ganas sus ojos le zigzaguean por las curvas de la Juana. ¡Los tatuajes que le haría con sus manos engrasadas! Descubriendo su piel blanca arrancándole la enagua. Juana, Juana, Juana, quién pudiera arrancar suspiros por las veredas Juana, Juana, Juana, yo cambiaría todo lo que tengo por tu alegría. Al pasar por el mercado Don Vicente le regala una caja de frutillas y un kilito de bananas. El caniche está contento, mueve su cola con ganas, porque Pedro el carnicero le dio un cacho de picada Juana vuelve muy contenta con la bolsa bien cargada, en sus ojos se le nota que fue buena la mañana. Va dejando en las baldosas su silueta perfumada va rompiendo corazones sin decir ni una palabra.