Yo dejé mi barrio viejo, en el barrio una casita, en la casita una pena y en la pena a mi viejita. Pobre madre cuantas noches me habrá esperado llorando, arrodillada y rezando por aquel que no volvió. Aunque digan lo que quieran nunca tuve más ventura que el amor y la dulzura de la santa madre mía, y ese mundo de ternura que sus brazos me ofrecían. Hoy no tengo aquel tesoro de sus lágrimas sentidas y en los ojos secos lloro los errores de mi vida. Vida que sólo ha dejado mi sueño tirado lo mismo que yo. Por un canto de sirena yo dejé su amor sublime y hoy mi canto es una pena que me quema y que me oprime. Pobre madre que no traigo más que un montón de fracasos quisiera hallar tu regazo para pedirte perdón.