Tenía la piel llena de domingos la mujer que yo amaba los sueños tenían la edad de una pregunta para la mujer que yo amaba Ella legó aleteando a mi ventana fueron mío su canto y el rumor de sus alas. Para que me amara libremente el corazón se me llenó de espigas y de trigo Frutal del amor amorosamente dulce, el amor. Mas, mi forma de amarla creció de tal manera que la sentí en mi jaula, prisionera y me llenó la piel de nocturnos sobresaltos Hasta que una mañana desperté sin su risa y sin su canto sólo un adiós dibujado en sus alas La mujer que yo amaba me dejó olorosa a plumaje la esperanza. Y sus manos entreabiertas dejando escapar la arena y se entreabría mi piel dejando escapar la pena Y su cuerpo tembloroso hizo musical la queja del mundo maravilloso que me dio y no me deja Yo quise amarla libremente como se aman el árbol y la brisa de su piel quise hacerme una camisa para todo este frío para toda la vida sin el cariño mío. A la mujer que yo amaba la desconocí al regreso después de un largo viejo donde no hubo un mes de mayo sin las dos rosas azules de sus ojos sin sus manos, La mujer que yo amaba me dejó olorosa a plumaje la esperanza. Hasta que un día (no se si fue la brisa o el golpeteo espantoso de mi rabia) que hizo que mi ventana se cerrara para siempre, por la mujer que yo amaba Frutal del amor, amorosamente dulce, el amor.