No digáis que no es tiempo porque no es cierto. No me digáis que aún no porque no es cierto. No digáis que la puerta sigue y sigue cerrada. La puerta la formamos nosotros, nuestros cuerpos. La puerta es aire y viento y vendavales. La puerta es el principio que estuvo siempre abierto. Desde el suelo, la furia de un corazón de hermano nos dice que aún le duelen las entrañas del alma. Sus ojos, iracundos, amorosos, dolientes, nos conviertan en viento que barra los establos. Es un pleno de Abriles. Tengo, tenéis, tenemos, tendremos ese día un encargo importante: Hay que verlo por él que vive entre tus manos, que mira por tus ojos, que grita con tus labios. Que sus ojos, sus manos, sus gritos y sus labios nos los cedió de un golpe por desamordazarnos. Miguel, aquí nos tienes con tu viento y tu canto. Llegó lo que abonaste sembrándote en el campo. Miguel, este es el día irremediable y tuyo. Miguel, Miguel, amigo, compañero y hermano. Ven con nosotros, toma posesión de tu sueño. Regresa de la espera, aprieta nuestras manos. Mis manos, impregnadas de tizas y de cantos. Nuestras manos crispadas de esperar tanto. Ven a ocupar tu puesto. Ven, Miguel. Empezamos.