Se le enredaban las algas por entre pelos y barba y parecía un San Pedro que regresara del agua. Ayer estaba en la arena quitándose las escamas de una sirena cautiva en un callejón de nácar. Tritón, tritón, tritón. Se sobresalta y escapa, esquiva algunas miradas que las miradas sospecha que pueden robarle el alma. Y si tuviera tridente como tiene el que más manda con él nos hiciera frente, a gritos nos ensartara. Él se acercaba y se iba como la espuma en el agua dejando ver en la arena la forma de una pisada. Con la sombra plateada de la luna gobernaba controlando las mareas en toda la mar salada. Soñó que un día soñaba mirando una vela blanca, que las gaviotas hacían con su corazón su casa, que un delfín iba cubriendo la mar de sábanas blancas, que atravesaba un desierto que su visita no abarcaba.