Y así, cuando tu mano amanezca vacía, sin una estrella rápida, sin una sombra viva; sin el dolor del clavo que hiere y crucifica, sin rostro de enemigo donde aplastar la ira, sin el dolor fraterno de otras manos amigas, sin tu amada herramienta que te la santifica, sin sal de mar, ni sueño, ni brasa, ni alegría, sin arma que construye, sin piedra que edifica, sin tibia piel amada, sin amor ni caricia, sin heroico grillete que te agranda y te limpia, sin ademán al viento, ni saludo en la brisa; sin un día, en fin, tu mano amanece vacía, o si no tienes mano toma, hermano, las mías.