(Sirilla) Se encontraron en la fonda los dos hombres frente a frente: uno de noble cuna el otro mulato valiente. A la sombra de las parras relucieron las guitarras, cuando un viejo peregrino les brindó trago de vino. "Mi don Javier de la Rosa", le gritó el feroz Taguada, "lo he buscado por los bajos, alamedas y pobladas. Siendo usted de noble cuna, letrado y hombre de suerte, lo desafío en las coplas pagando con propia muerte". Y un joven guitarrero que miraba, que miraba, quería hacer de su vida un cantor de madrugada. "Mira, Mulato Taguada, soy hombre de gran ciudad. Conozco las escrituras, voy buscando la verdad. He corrido muchos mundos antes de llegar aquí. El pensamiento del pobre no lo vengo a maldecir." Y el joven guitarrero se quedó por muchos días escuchando esos cantores, soñando su poesía. "Mi don Javier de la Rosa, si un pobre tiene una pena, ¿qué mandato debe hacer para cambiarla en arena?" "Taguada, te desafío que te lances en la mar. Tu pobre cuerpo de pobre la arena lo llevará." Y el joven guitarrero viendo caer al Taguada sepultó su alma y guitarra y acabó su madrugada. Se encontraron en la fonda los dos hombres frente a frente. La vida los destruyó, destruyó como valientes. Cayeron como valientes, como feroces guerreros. ¡Qué noche de contrapunto para el joven guitarrero!