Cuando salí de mi tierra me vine buscando el sol. En el alma me llevaba el canto del ruiseñor, el aire de mis montañas, la sal del norte minero, la bruma del puertecito, la canción del marinero; prendido en mi corazón iba yo buscando el sol. En las semanas que anduve recorriendo, recorriendo, desde una altura una sombra me iba siguiendo, siguiendo. Era un ave pensativa, más grande que un gavilán, que me gritaba del cielo: ¿Caminante, dónde vas? Le comenté con dolor, que iba yo buscando el sol. Cansado de tanto andar se detuvo mi camino. El sol que andaba buscando como pobre peregrino me alumbraba desde lejos en mis regiones dejadas; vuelvo a prisa, dije entonces, al lugar donde nací. Y al regresar sin dolor iba yo buscando el sol.