Del quince al veintiuno, mes de diciembre, se hizo el largo viaje por las pendientes. Veintiséis mil bajaron o tal vez más con silencios gastados en el Salar. Iban bajando ansiosos, iban llegando los miles de la pampa, los postergados. No mendigaban nada, sólo querían respuesta a lo pedido, respuesta limpia. Algunos en Iquique los comprendieron y se unieron a ellos, eran los Gremios. Y solidarizaron los carpinteros, los de la Maestranza, los carreteros, los pintores y sastres, los jornaleros, lancheros y albañiles, los panaderos, gasfiteres y abastos, los cargadores. Gremios de apoyo justo, de gente pobre. Los Señores de Iquique tenían miedo; era mucho pedir ver tanto obrero. El pampino no era hombre cabal, podía ser ladrón o asesinar. Mientras tanto las casas eran cerradas, miraban solamente tras las ventanas. El Comercio cerró también sus puertas, había que cuidarse de tanta bestia. Mejor que los juntaran en algún sitio, si andaban por las calles era un peligro.