(Sirilla) El muelle de los sueños está desierto: ya se acabó la vida de sus maderos. El golpe de las olas en descubierto va dejando su pecho de embarcadero lleno de algas atroces que le atormentan y de lluvia que cae con desconsuelo bajo crueles gaviotas que le despiertan. Ese pequeño puño cogido al suelo nunca sabrá que andando, ya de regreso, hallé sobre sus tablas mi primer beso, ay, mi primer beso. El muelle de los sueños era un camino por donde de la mano vagabundeamos buscando el alba ciega del peregrino con quince años a cuestas que ya doblamos en la quietud oscura de los pilotes que golpeaban las olas con voz mojada donde nos escondimos junto a los botes a vivir temblorosas horas saladas. Ha de quedar vibrando con suave peso la espumita salada del primer beso, ay, del primer beso.