Ni siquiera sé si realmente lo dudé ¿Cómo podía fallar, si cada tarde las hojas del liquidámbar se estremecían Al escuchar los cartuchos vacíos caer sobre los ladrillos? ¿Cómo fallar, si las alas de las plagas se cerraban, Una por una en un torbellino de tejas y plumas? Y ahí nos encontrábamos, sobre esos mismos ladrillos Caminando a través de una noche tan nuestra como el día anterior Y con una sonrisa, Cuestioné al tirador. La sonrisa fue correspondida Y con orgullo, y para mi deleite Viste a las sombras acompañar al estruendo, Y a los vidrios volar por los pasillos. Ahí nos encontrábamos Sobre esos mismos ladrillos Y en la oscuridad de la noche se despidieron los treiles Y en la oscuridad de la noche, Me enorgullecí del tirador.