Soy yo el que no me perdono, soy yo el que está desfondado, sin norte, roto, destruido, desnutrido, despistado. A mí nadie me ha hecho asco, ni nadie me ha despreciado. A mí, mi Padre jamás me ha dejado de su lado. El hambre me abre un resquicio en la oscuridad que tengo, añoro los desperdicios que se comían los cerdos. Esto es una voz de inicio que me ayuda en esta carga. Esto es un giro en mi vida con mi Padre, y con mi casa. Me pondré en pie y arrancaré, no contra nadie, sino a por mí. Me marcharé y me escaparé, no de este mundo, sino de aquí. Retornaré y buscaré nuevas respuestas para seguir. Elegiré, pues libre soy, otros caminos para vivir. Cambio al amor, pido perdón, pero, qué pasa, me interrumpió... Mi Padre ya me estaba esperando con su cordero y con su mantón. Con su sonrisa, con sus caricias, con su semblante de salvación. Mi Padre nunca me ha rechazado, ni aunque sufría me amenazó. Mi Padre siempre ha estado esperando, cerca en silencio, en mi corazón.