Mariano Torrent

El Esplendor de Lo Imposible

Mariano Torrent


El poeta madrugó, desclavó
Palabras de la cruz de sus pesares
E intentó llenar un manojo de vacíos
Creyó impropia hasta su respiración
Y bailó silencio con silencio con
La luz titilante de sus emociones

Cobijó verbos enfurecidos y un
Firmamento de cigarrillos consumidos
Con desdén, quemó futuros recuerdos
Escribió, para no perder la
Costumbre, poesía descartable
Sobre renglones asmáticos

Se observó, un cuerpo viejo con
Una simetría parecida al olvido
Brilló en sus ojos un pensamiento
A medio madurar, destinado a perecer
Y dentro del cotidiano etcétera, eligió
Mirar su propia vida con prismáticos

Tropezó consigo mismo, se confundió
Con otro, salió a la calle. Cuando regresó
A su casa, notó que había dejado su soledad
Entre las góndolas del supermercado
Tuvo que volver a buscarla

Se siente desde hace tiempo
Como un Rey Midas mal configurado
Que convierte en tragedia lo rozado
Mira la fila india de botellas
Se sabe el dueño de su propia muerte

Cuando bebe es su propio infierno
El que siente en la garganta
Teme respirar, como si las respuestas
A todas sus preguntas fueran
A evaporarse al exhalar el aire

Sonríe poco, por el bruxismo
Que comenzó a desarrollar
Durante la adolescencia
Pero ninguna cuestión estética
Le niega el poder terapéutico del llanto

Son olas de aguas turbias las que
Empiezan a caer de sus ojos
Con el tiempo fue aprendiendo
A llorar peldaño a peldaño
Cuando su dolor levanta vuelo, imagina
Erróneamente que hay belleza entre sus alas

Promediando algún parpadeo, mira
Hacia atrás y añora a aquel niño
Que soñaba con beber agua
De la Luna. Casi cuatro lustros lo
Separan de su infancia, y asume
Que es inútil correr para alcanzarla

Racimo de recuerdos prestados
(La memoria del poeta se llena
Con el pasado de otros)
Prefiere a diario vivir en el
Esplendor de lo imposible

En el piso del baño, una
Tableta de aspirinas convive con
Un frasco vacío de crema de afeitar
Y un libro de Herta Müller
El más incómodo de los silencios es
El que pronuncian las batallas perdidas

Baraja la idea de ir al bar de siempre
Y escuchar otra vez las deslucidas historias
De los mismos rostros febriles
Que visten de épica relatos absurdos
Hombres como él, solitarios y desesperados

Lo expulsaron del Edén por
Degollar una orquídea
Hoy transita un camino de baches
Profundos y resacas que no saben mentir
Levanta la tapa del inodoro y vomita el
Cansancio de una existencia que lo aplasta

Su cabeza parece a punto
De estallar, como si un ejército
De tigres rugieran al unísono
Al oscuro hábito del alcoholismo no
Lo descifra ni siquiera quien lo padece

Cada lugar donde se reconoce
Es como un espejo para él
Siente como si caminara en el
Borde de una telaraña, esperando
Encontrar un hueco para saltar

De su padre solo heredó un
Bostezo, de su madre, el mal carácter
Llegó tarde a episodios de su propia
Existencia, y lo que queda de aquel que
Supo ser se ahoga en aguas anóxicas

Cada vez que logra salir del pozo
Parece buscar la forma de cavarse otro
Pero es su pozo. Lleva años cavándolo
Toda herida interior sale a
La superficie de alguna manera

Enciende otro cigarrillo, mientras cae
En la cuenta que los últimos meses
Son un hueco profundo en su vida
Sus pesadillas son menos angustiantes
Que su realidad cotidiana

Agitó lo que sentía, como si
De una esfera de nieve se tratara
Buscando mirar las cosas desde otra
Perspectiva. Todos los elementos que
Daban vida a su pesimismo siguieron
Apareciendo en el mismo lugar

Hace tiempo que dejó su fe olvidada
En el fondo del bolsillo de un abrigo
Su mundo es una pelota de
Fútbol que nunca supo patear
Es inmensa la escalera de la vida
Cuando se la sube a trompicones

Sabe más de lo aconsejable de
Resacas corporales y metafísicas
Un sinnúmero de decisiones culposas
Giran delante de sus mejillas sonrosadas
Acostarse a descansar junto al fuego de la melancolía
No es la mejor forma de pasar el invierno

Huye del fuego con la certeza de quien lo
Ha perdido casi todo, pero el incendio es interior
El gorrión que habita en su cabeza
Nunca supo aconsejarlo correctamente
Y su risa encarcelada siempre
Hizo de la pérdida catástrofe

Muchas son las noches en las que al
Apoyar la cabeza en la almohada
Anhela despertar siendo otra persona
A la mañana siguiente comprueba desilusionado
Que no solamente él, sino, lo que es peor
Su equipaje kamikaze, siguen siendo los mismos

Ocasionalmente, el niño que fue se
Apodera de su garganta y vuelve a
Gritar como antaño que es feliz
Normalmente, el adulto de hoy utiliza la
Misma garganta para ingerir de un
Trago todo un vaso de tequila

Solo una araña, inadvertida en un rincón
Fue sin saberlo, testigo del momento
En que el poeta decidió contemplarse
De cerca y enfrentar de una vez
Y para siempre su maldita adicción