Te cortaron las alas de un tajo diciéndote adiós. Te arrojaron a los abismos fuera del edén. Y como un ángel caído ahora recorres las calles, marcando el paso a los clientes que te dicen «ven...». Se burlan de tí los niñatos con burdas canciones, se avergüenzan todas las vecinas al oír tu tacón. Y los hombres piden, hipócritas, más vigilancia por las noches, para visitarte y decirte «ven...». Ángeles caídos, hermosos y malditos, a la imagen y semejanza de dios. Caídos sobre la miseria de la civilización. Caídos sobre el cadáver y el fango de la gran ciudad. Desde el Sur hacia el Norte, los coyotes trafican con vidas de ángeles que no saben que no hay un edén...