Era un bacán de pretensiones, gran entrador y aventurero; ligó programas a montones y fue el perfecto gigoló. Cuando encontraba en sus cajones las cartas de un amor sincero, las echaba al fuego a manotones y chacoteaba en tren juguetón. Quemá esas cartas, que ya no interesa tener escondidas pavadas como esas. ¡Si todo en la vida es puro chiqué! ¡Quemá esas cartas! No guardés memorias, que nunca conviene que sepa la historia la mina que viene de la que se fue... Hoy, basureado por los años, son cenicientos sus cabellos y los eternos desengaños han lastimao su corazón. Y cuando solo en su cotorro halla unas cartas olvidadas, sollozando evoca a sus amadas y rienda suelta da a su dolor. ¡Quemá esas cartas! con pesar murmura, que vos ya sufriste la gran amargura de ver que perdiste guapeza y salud. Quemá esas cartas de la edad pasada que te ponen triste, y en su llamarada verás lo que hiciste de tu juventud...