Era un centella mi pingo, mi precioso alazán. En mi córazón su recuerdo para siempre estará. ¡Oh, mi parejero invencible! Era imponente tu brazada nadie resistió aquél terrible empuje de tu atropellada. Y hoy lloro por ti, noble crack mi precioso alazán... Ella acarició con su manita enguantada tu pelo, ella te besó y te miró con sus ojos de cielo. Cruel nos engañó con sus caricias la pérfida impura, solos nos dejó con nuestra pena y con nuestra amargura. ¡Cómo te envidié cuando la muerte dobló tu cabeza! Ya te fuiste vos y ahora yo debo llorar por lo dos. Desde que se fu mi querida en ti puse mi amor y se fue cerrando mi herida y pasó mi dolor. Pero aquella tarde maldita cuando pegaste la rodada, cuando te vi muerto en la pista, mi alma sentí que se quebraba. Y ahora lloro siempre a mi crack, a mi noble alazán...