Tienen un fulgor de pasión los ojos del compadrón. Ella cimbrea sensual las caderas, y en ansias de fiera se prende al varón, y los va arrastrando, arrastrando, con sus sollozos el bandoneón, y al compás siguen dormidos con los latidos del corazón. Este es el tango de mi tierra, toda pasión en él se encierra, se sienten ganas de bailar, de reír y de llorar. El que se baila en las cortadas y que termina a puñaladas. Se sienten ganas al bailar de querer y de matar. Arde en llamarada procaz, la mina, en el baile audaz. Y van curvados en una corrida, poniendo la vida en cada compás, hasta que vencida, se entrega, toda temblando de ardor sexual. Y el derecho de amo nuevo sella el malevo con el puñal.