Recuerdo que al morirse me decía, mientras ahogaba su tremenda pena, ahora que se va tu pobre amiga la gente te dirá que he sido buena. Más tarde, la piedad y los abrazos, llegaron a mis horas más amargas, como llegan al circo los payasos a reír o a llorar, según la farsa. Ayer, los pisotones y las risas, ahogaron su clamor de redención. Ahora, que va rumbo a las cenizas, le arrojan esas migas de llanto y de perdón. No quiero este cortejo de mentiras, si con ella ya todo lo perdí. Esta fiesta de flores y plegarias es la burla más cruel que conocí. Ahora, que es de nieve y de silencio, un cortejo de lágrimas la sigue. Ahora, que la paz llegó a su cuerpo, los mismos que la hirieron la bendicen. Dónde encuentran piedad los despiadados, a la misma que ahora lloran tanto, por qué cuándo vivía le negaron un pañuelo de amor para su llanto.