Ella tenía un perro enano bastante desagradable Que se cagaba en la acera y ladraba a las visitas. Era más feo que pegar a un padre con un calcetín sudao, Ella adornaba el cráneo del chucho con un lacito rosa. Le ponía un jersecito, Me temo que del mismo color. Lo llevaba aquella tarde al veterinario Porque había estornudao. ¡aing! ¡ay, perdona, te he pisado el perro, ay perdona! (bien, bien, bien, bien) ¡ay, lo siento, no quería hacerlo, ay perdona! (bien)