¡Maldonado! Viejo arroyo que guardás cien tragedias enredadas en el mal, y en tu libro de memorias cobijó su historia todo el arrabal. ¡Cuántas veces tu agua turbia se tiñó con la sangre del malevo que cayó!, mientras, riendo en la esquina, la mujer ladina ni se conmovió. Hondos dolores que nunca se supieron, tibios amores que pronto sucumbieron; larga es tu historia de odio y de guapeza forjada en la tristeza de todo el arrabal. Cuando la noche de sombras se rodeaba como un fantoche tu charco sollozaba mientras la luna brillando desde lejos mostraba en sus reflejos la vaina de un puñal. Y el malevo cuántas veces revisó en tu orilla la cartera que robó, pa' comprarle chucherías a la que tosía... y que al fin murió. Maldonado: menos mal que no podés contar nunca la miseria que escondés. ¡Y será tu triste vida la sangrienta herida que no tuvo ley!