Cómo me gustaría ser un cerdo: vivir en un corral, en una piara, o amarrado a una mata de tapara entre pollos que brincan si los muerdo. Más robusto y feliz cuanto más cuerdo, no habría conmoción que me turbara: me bastaría con mis conchas para con todo lo demás estar de acuerdo. Y cuando, ya pletórico y gordazo, me asestarán el clásico manazo para ser en chuletas convertido, aún verías mi rostro doble-ancho sonriéndole a la gente desde un gancho. Como diciendo: muy agradecido.