Es tan penetrante el negro de sus ojos Cautivadora forma de mirar Es la perfección de cada trazo de su ser El esplendor de un sueño hecho realidad La ligereza de su paso al andar La belleza de Ligeia entró en mi espíritu Allí moraba como en un altar Con punzante dolor ella cayó en la enfermedad Y me aferré a su vida con insensatez No la quise dejar marchar y al destino me enfrenté El amor, que ni la propia muerte doblegó No pudo destruir su esencia Me aferraba a su palidez Y luché para así vencer al implacable Ser que nunca ha de volver El amor, que ni la propia muerte doblegó No pudo destruir su esencia No caí en la resignación, en cuerpo Y alma me opuse a él Sólo fuiste un impostor Escribiste Ulalume tras yo morir Mi tumba estaba allí, lo que quedaba de mí No volviste jamás Descomponiéndome, igual que nuestro amor Mi sepulcro no sintió tus lágrimas Ni flores ni poemas ni nostalgia Quizás la culpa te hizo escribir Anabel No soy Eleonora, no te perdonaré, me fuiste infiel La traición se convierte en la mazmorra más cruel El peso del perdón que no te he de brindar Compasión, me deje arrastrar por mi debilidad Olvida nuestro amor Olvida todo lo que fue, lo que significó El amor, que ni la propia muerte doblegó Capaz de perdonarlo todo ¡No! No soy quien te ha de perdonar No entiendo lo que dices No soy tu castigo Busca en tu alma