Esta es la historia de un muchacho mejicano pistolero y siempre pierde en el amor prisionero de la lengua de un chivato fugitivo en su caballo marrón. Se paró en una venta muy hambrienta pero había mucha mugre y se najó, se acordó del caldo aquel de su parienta y un puchero de lágrimas llenó. Cabalgando por una noche muy llena levantando el polvo de la oscuridad dejó que lo guiara su caballo a la cantina del tequila del mezcal ¿No tienes una botella del gusano? sí, amor mío, pero bésame otra vez, ¡qué poco voy a tenerte entre mis brazos! porque los malos estuvieron aquí ayer. Tú dime lo que quieras, vida mía, pero vamos donde sea suave la iluminación. Sé que tengo que morirme cabalgando, pistolero y siempre pierde en el amor.