Entre plumas y sangre, vencido de miedo y de sed, iba errante. Sin poder soportarlo, mis manos y manto de amor, fui a darle. Al fin en casa, curé su agonía, mientras que un duro sueño me vencía, y soñé. A la mañana siguiente, no era cuerpo de ave, un hombre encontré, con pocos signos vitales, despertó sonriente y su mano tomé, y sin pensar en ese nuevo aspecto, no pude contener mi sentimiento, y lo amé. Después de varias semanas, de amor intenso y de ganas, su rostro cambió, ya no quedaban heridas, exceptuando las mías de miedo y dolor, y poco a poco se iba transformando, con rabia y con angustia iba llorando, y voló.