Mi calor al límite. Tú en la oscuridad. Ya presiento tu ausencia en el reloj. Mis manos al límite de la rebelión, Te duermes conmigo, yo contigo no. Y paseo al límite gasto, paso a paso, una ciudad de catedrales sin esquina. Veo mi reflejo en el cristal de cada hotel, de cada bar, me escandaliza comprobar que adopto el papel popular del ciudadano traidor de semáforos. No hay atascos ni calor, sin ti no hay revolución, no hay diferencia en el hablar, sin ti no me queda lugar, no hay papeleras donde echar la prisa ni guerrillas en las calles. Mi cansancio al límite, tu felicidad me adormece cuando dan las dos. Y me siento al límite para esperar, vienes a la mesa, con el té, te vas. Otra vez contando el mar, sábanas cambiando de canal entre un ovillo de palabras. Suena el teléfono y es Joan, me salva de la tempestad. Me viene bien el conversar antes de volver a vagar por piedras que llevan a ningún sitio.