Cada mañana a las 7 me asomo al espejo, veo a ese tipo discreto dispuesto a salir, enmarañado en el frío de este crudo invierno sin encajar que me obliguen a sobrevivir, y me adentro en una oficina, a morir. Suena el teléfono, preguntan cosas absurdas, desfilan los muertos vestidos con trajes de azul, me siento, me quedo callado, me paro y observo, qué pinto yo en todo esto, y dónde estás tú, me transporto a tu cuello, me pregunto si hoy vendrás por mí a sacarme por fin y burlar este pálido infierno, a llevarme desnudo en tus olas muy lejos de aquí, a comernos despacio las horas a base de besos, a sentarnos frente a frente y vivir. Llega la noche y la luna me suelta el cabello, hago equipaje de versos, me vuelvo feliz, viajo entre cuerdas, desplazo la mente a mis dedos y cada nota me canta recuerdos de ti, mientras subo a un escenario a sentir. Suenan acordes y ahora si veo mi reflejo en el espejo que anuncia "hoy hay trovador", llueven miradas, palabras, sonrisas, alientos, cierro los ojos y pienso: mejor si estás tú. Me transporto a tu lecho, seguro que estarás allí como sé que volver a tenerte es entrar en el cielo, que no hay nada mejor que quedarse a vivir en tu pecho me alojo en tu ser, y respiro tu piel y me encuentro recostado en tu tiempo y te canto "Si me pierdo", otra vez.