De mi alma brotan al verte, luz pobre y envejecida, mil recuerdos de tu vida como una dulce ilusión. Cuando jugábamos juntitos en el patio del conventillo me pediste el anillo pa' jurarnos nuestro amor. Recuerdo aquel vestidito que realzaba tu figura, ajustado en la cintura la pollerita de percal, las medias negras de seda los flamantes zapatitos y hasta los pasos cortitos que dabas al caminar. Entonces sólo los tangos los tocaba el organillo y en el patio del conventillo los sabíamos bailar. No existían garçonier, no había autos, ni morfina, ni éter, ni cocaína, ni whisky, ni cabaret.