Un callejón de Pompeya y un farolito plateando el fango y allí un malevo que fuma, y un organito moliendo un tango; y al son de aquella milonga, más que su vida mistonga, meditando, aquel malevo recordó la canción de su dolor. Yo soy aquel que, en Corrales, -los carnavales de mis amores- hizo brillar tus bellezas con las lindezas de sus primores; pero tu inconstancia loca me arrebató de tu boca, como pucho que se tira cuando ya ni sabor ni aroma da. Tango querido que ya pa'siempre pasó, como pucho consumió las delicias de mi vida que hoy cenizas sólo son. Tango querido que ya pa'siempre calló, ¿quién entonces me diría que vos te llevarías mi única ilusión?