Cantado. Por el camino, dormido En charcos, yuyos y piedras, Donde tu casa y la mía Se secretean por señas Y a una cuadra hablan de cosas De grietas y de goteras, Anoche pasó la muerte Guapeando en su mula negra, Con poncho de alba y mortaja Y un hueso por lazo y rienda. Caracoleo en mi ventana Y se detuvo en tu puerta; Se echó a tu marido al anca, A dos más les corrió penca Y a mí, por poco me agarra Y me lleva de las mechas. Recitado. ¡quién se lo iba a imaginar! Pensar que una remolienda Que empezó batida en risas Iba a cuajarse en tragedia; Que la amistad y el cariño Se irían...a la misma mierda; Que por rencores añejos Correría sangre fresca, Y en ensalada de tajos Picaríamos la fiesta. ¡buen dar con la polvorita Bien celosa y traicionera Que estalla cuando se juntan Recuerdos, vino y polleras! Y más con tu hombre, que siempre Tomó de la chicha negra; Contigo, que eres como hacha Para formar peloteras, Y conmigo, que aunque nunca Le busco el cuesco a la breva, Cuando me pisan el poncho Le armo un taco a la prudencia. Ya iba corriendo la noche, Trotando en las cuatro y media. Del cordero no quedaba Ni una presa para muestra. El vino había corrido Como para bañar yeguas Y las cantoras, de roncas, Ni aleteaban ya siquiera. Fue entonces cuando el chano Se subió a la carretela Y gritó: ¡ei! ¿quiénes se animan A ir al pueblo a revolverla? ¡vamos pues!, vamos, vamos… ¡vamos pues! - dijeron todos - Pero antes, ¡la última cueca! Y empezaron otra vez A galopar las vihuelas, A trillar voz las cantoras, Y a encacharse las parejas. El finado salió p'al patio, Quizá para aliviar la conciencia, Y tú que me andabas de antes Con risitas y con señas, Me agarraste por un ala Y a la cancha la pareja. Dimos la vuelta del brazo; Los demás hicieron rueda; Tú te subiste la falda Hasta mostrar media pierna; Yo tiré al suelo la manta; Hice cantar las espuelas, Y te rondé, como el gallo El pañuelo en ala y cresta, En una de punta y taco Zapateada a toda rienda, Con aro en el mismo vaso, Abrazo y rodilla en tierra. En medio del tamboreo, La huifa y la sonajera, Ahí no más se nos vino abajo, De un solo tirón la fiesta. Llegó el finado y se vino Al bulto como una fiera. Lo más suave que te dijo Fue un nombre de cuatro letras. A mí me sacó de un viaje Al corral la parentela Y me amagó con la argolla Del rebenque a la cabeza. No pudieron sujetarlo: ¡qué cristiano con más fuerza! Su enteado pidió cartas; Mi hermano afianzó mi apuesta, Y nos trenzamos los cuatro A dar por donde cayera. La cosa desde un comienza, Se puso hedionda de fea. Volaron los garabatos, Los platos y las botellas. Se alborotaron los gallos; No sé quién pisó la perra, Y el mujerío chillaba Como chancho en la batea. El finado, fierro en mano, Charqueaba el aire a la ciega. Un tajo me mordió el hombro; Pelé también mi herramienta y ¡yah!... Y hasta ahí no más me acuerdo, Porque una manta de niebla Me tupió al rojo los ojos, La memoria y la conciencia. Y aquí estoy ¡po! a lo hecho, pecho Y que sea lo que dios quiera. El que monta en pingo chúcaro, Que aguante si corcovea. Harto lo siento por ti, Pero tiraste la piedra, Y aunque ahora escondas la mano, ¿quién te mandó a hacerme señas, A bailar sola conmigo Y a mostrar tanto la pierna Sabiendo bien que al finado Siempre le ortigó la idea De que si se dio en el gusto Y te ganó por las buenas, Se llevó terreno arado Y con brotes de mi siembra? Vo', de la fiesta al velorio; Yo, al hospital y a la celda... ¡qué tal, ah! ¿cuándo me invitai Otra vez a bailar cueca?