Llevo, como abrojito, prendido dentro del corazón una pena porque te fuiste, ingrata, del nido y mi vida tan serena condenaste así al dolor. Nunca podré arrancar de mi pecho, ¡nunca! el abrojito punzante. Y ando, por todo el mal que me has hecho con el alma agonizante, sin fe, sin nido, ni amor... No sé por qué te alejaste de mí si yo te adoré con creciente fervor. No sé por qué me engañabas así, sin demostrar tu desamor... Con tu querer, yo era un hombre feliz y nunca pensé que tu ardiente pasión era el puñal que me habría de abrir esta herida de mi corazón. Quiero que en tu vivir errabundo, sepas que solo y entristecido marcho por los senderos del mundo, con recuerdos que han prendido como abrojos de cardal... Pido que alguna vez tropecemos para saber si al fin has hallado todo lo que inconsciente has soñado. ¡Y quizá después podamos volver los dos a empezar!