Voy a cantar un corrido que anda en toditas las voces de una mujer de la tropa que todo el mundo conoce. En el pueblo de Conejos por unas calles muy tiestas viene triste y derrotado el valiente Antonio Zeta. La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar, porque le falta, porque no tiene marihuana que fumar. Iban los tres en silencio sus pensamientos rumiando mientras el destino ciego los hilos iba tramando. En los cascos del caballo suena el polvo del camino, ya se van, llora un cariño, un cariño malogrado. Ya el águila voló ya el nopal quedó solito el fruto de tus amores ya no dista del olvido. Ya murió la cucaracha, ya la llevan a enterrar entre cuatro zopilotes y un gato de sacristán. Y aquí termina el corrido que cantó a la cucaracha